miércoles, 15 de julio de 2009
Sara M. Justicia Doll / Primera Hora
Por años, el litoral costero de Isabela y Aguadilla lució enormes y preciosas dunas de arena. Sin embargo, la extracción de arena y otras actividades humanas sobre las dunas borraron del paisaje la imagen de las lomas que remontan a la mente a algún desierto.
Para evitar la desaparición de las dunas, el biólogo marino Robert Mayer, profesor catedrático asociado de la Universidad de Puerto Rico de Aguadilla, quien dirige el Centro Caribeño para la Reducción de Desperdicios Acuáticos, se propone restaurar las dunas de arena en la zona de Isabela y Aguadilla.
“Estamos hablando del sistema de dunas más significativo en Puerto Rico. Todavía quedan dunas así en Camuy, Hatillo, algunas áreas de Manatí y Loíza. En Isabela y Aguadilla quedan restos de lo que fueron dunas de hasta 100 pies de alto, pero ya no alcanzan esa altura”, señala el profesor.
El área donde Mayer trabaja con estudiantes para restaurar las dunas contempla una franja costera de 1.5 kilómetros de un total de 5, donde todavía hay dunas. Al día de hoy, quizás, la duna más alta tenga 40 pies sobre el nivel del mar.
Pero, ¿qué es una duna y cuál es su función?
Una duna es una acumulación de arena como resultado de la acción del viento que ocurre en la costa y también en el desierto, en la orilla de cuerpos de agua, como lagos en algunos países. Comienzan en el área seca; en rara ocasión la marea llega allí, a menos que haya una tormenta. Ahí es donde uno ve la función de la duna, que puede contener al mar en un evento mayor atmosférico evitando que entre tierra adentro.
“Primero que todo, la duna equivale a la protección de la costa de marejadas fuertes y también es un hábitat importante para muchas especies”, explica Mayer. Algunos pájaros ponen sus nidos en el área de la duna y también los careyes.
“En estos momentos, tristemente, el peor enemigo de la duna es el ser humano”, agrega insatisfecho Mayer. Y es que para restaurar la duna el Centro ubica unas planchas de madera que atrapan la arena del viento y ayudan a la permanencia de la duna.
Sin embargo, ante la ausencia de un deslinde de la zona marítimo-terrestre, por parte del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), es muy difícil delimitar hasta dónde llega el área pública y dónde comienza la privada. Esta ambigüedad que se repite a lo largo y ancho de la Isla provoca que terratenientes vandalicen las planchas y los esfuerzos de restauración por entender que invaden su propiedad sin importarles que esto es una protección a sus fincas y propiedades, explicó Mayer.
Además, con intención, sin intención o por desconocimiento, algunas personas meten sus carros en la zona y destruyen las dunas.
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