Por qué es importante llevar a los niños a la naturaleza
Por Eliván Martínez Mercado / para El Nuevo Día.
Un niño de 10 años no sabía que a pasos de su casa había un bosque. Se sorprendió al recorrer las veredas en medio de la vegetación, al asomarse por la boca de una cueva y a ver algo tan común en la naturaleza como un nido de comején, en el Parque Julio Enrique Monagas, en Bayamón.
Había vivido, hasta ese momento, de espaldas a la naturaleza, hasta que la educadora ambiental Nilda Carrero, de la organización ecologista Sierra Club, lo llevó a conocer ese espacio natural. “Él estaba súper emocionadísimo”, cuenta Carrero. “Un día me encontré a otro nene que vino y me dijo que ese era el día más feliz de su vida”.
Muchos de los niños que llegan a su excursión cumplen con un mismo perfil. Saben identificar los muñequitos japoneses Pokémon pero no tienen idea de cuáles son los pájaros que cantan en su vecindario. Han escuchado hablar sobre el calentamiento global pero nunca han jugado en un bosque. Es una generación que suele vivir encerrada entre el carro y el apartamento, adonde llegan para entretenerse con videojuegos o el televisor, de modo que tienen poco o ningún contacto con el medio ambiente.
El Déficit de Naturaleza
Estoy muy de acuerdo con el artículo. Toda mi vida me ha gustado estar en contacto con la naturaleza y lo disfruto. Son muy pocos los niños que veo en los parques del área oeste disfrutando de este regalo de la naturaleza. Estar en contacto con la naturaleza es el remedio para muchas enfermedades físicas, emocionales y del alma. Carmen de Mayagüez
El escritor estadounidense Richard Louv ha llamado a este fenómeno el ‘Nature-Deficit Disorder’, o el Desorden del Déficit de la Naturaleza. No es un diagnóstico médico. Se trata de un término que describe un fenómeno social y cultural con un alto costo para los niños. Crecen con un uso limitado de los sentidos, tienen dificultades para aprender o mantener la atención, padecen obesidad y tienen poca o ninguna conciencia ecológica, según describe Louv en su libro ‘Last Child in the Woods’. Para ello entrevistó a más de 3,000 niños alrededor de Estados Unidos, así como a muchos de sus padres y a educadores.
Ha documentado una tendencia de la que se hablaba pero nadie había estudiado en profundidad. Se sabe que entre 1997 y 2003 los niños estadounidenses disminuyeron en un 50% actividades como caminar al aire libre, pescar, ir a la playa o practicar jardinería, según la socióloga Sandra Hofferth, profesora en la Universidad de Carolina del Norte, quien estudia la manera en que los niños estadounidenses usan su tiempo.
Se trata de un asunto importante para propiciar la salud física y emocional de los niños. La literatura psicológica sostiene que el contacto con la naturaleza mejora los niveles de concentración en quienes padecen déficit de atención, aumenta los niveles de aprendizaje, mientras ayuda a calmar la hiperactividad y las inclinaciones de violencia, según la doctora Dolores Miranda, directora del Departamento de Psicología en la Universidad de Puerto Rico. “Esto sugiere que las casas y las escuelas deben reforestarse, que los niños no deben estar encerrados en bloques de cemento, que se regrese a los árboles”, dijo.
Antídoto para hiperactividad
“Los árboles eran mi Ritalin”, relata Louv al hablar de cómo el contacto con la naturaleza le aliviaba las tensiones, en alusión a la medicina que se receta a niños con déficit de atención.
El boricua Mario González (nombre ficticio), un contador público de 54 años, se percató de las cualidades curativas de la naturaleza cuando llevó a su hija adolescente al Bosque San Patricio, en Guaynabo. Hasta ese momento era una niña con un diagnóstico de déficit de atención, a quien “no le estimulaba nada, se quedaba espaciada con la boca abierta y la mamá lloraba porque no sabía qué hacer”. Desde el primer día en el bosque quedó hechizada por los cantos de los pájaros, y ahora juegan a identificar especies de aves cuando van al aire libre. “Ahora se ha aumentado su conocimiento y su sensibilidad”, añade González.
La actividad física al aire libre, como las caminatas, ayuda a bajar la presión arterial, el colesterol y los niveles de azúcar, mientras aumenta el contenido muscular y ayudan a quemar grasa.
Muchos de los padres que conoce Nilda Carrero están ajenos a esos beneficios. “No los dejan ser independientes en la naturaleza, le tienen miedo. Cuando están en el camino, a la hora de poner un pie de una roca a otra le dicen ‘no lo hagas, tú no puedes, eso es peligroso, pon el pie aquí o acá’. Hay una necesidad de llevar a los niños a la naturaleza para que aprendan a desarrollarse por sí solos. Es un asunto de emergencia”. Añade: “Las plantas y los árboles se ven como una amenaza. Ves a gente que corta el árbol de los patios porque les molesta tener que recoger las hojas”.
Para Louv, la educadora, la psicóloga y el contador, parte de la solución es que los padres lleven a los hijos al aire libre.
“Me gusta ir de camping para ver animales y encontrarme lagartijos. Me siento muy feliz porque la naturaleza me ayuda a aprender más”, dice Isabella Santiago, de 8 años. Su madre, Carolina Hernández, suele llevarla a acampar en Culebra o a algún otro espacio natural al menos una vez al mes. “Las madres me preguntan cómo te atreves, que si me baño en duchas al aire libre, soy motivo de burlas”, cuenta Hernández. “Para muchas familias hablar de vacaciones es irse a Disney o a una piscina”.
Su otra hija, Daniela, cuenta que cada vez que regresa de un fin de semana de acampar aumenta su popularidad entre los colegas de la escuela privada en San Juan. “Ellos me dicen ‘wow, que cool, lo que haces todo el tiempo’. Algunos están locos por hacer lo que hacemos nosotras. Pero los papás no los llevan porque siempre tienen que trabajar”.
1 comentario:
Hermoso artículo.
Saludos Jéssica, no sabía que tenías tu propio blog.
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