lunes, 20 de julio de 2009

A H1N1

Para mantenerse bien informados de lo que esta aconteciendo sobre la situación de la Influenza A H1N1 visite la página electrónica del Departamento de Salud de Puerto Rico a la siguiente dirección: http://www.salud.gov.pr/Pages/default.aspx


¡Actuemos Responsablemente!

miércoles, 15 de julio de 2009

“El karso es agua y el agua es vida”

SARA DEL VALLE HERNÁNDEZ / sdelvalle@elnuevodia.com

Es un conversador nato. Sentado cómodamente en la terraza de su casa en la finca El Tallonal, comparte sus preocupaciones, entre las que el ambiente ocupa lugar primordial. El verdor del bosque arecibeño, donde el inclemente calor citadino y sus estridentes ruidos no se atreven a llegar, es su escenario perfecto.

“Ciudadanos del Karso surge como respuesta a lo que veíamos, la destrucción, la falta de planificación del karso”, dice a modo de presentación Abel Vale, director de esta organización. Inmediatamente explica que casi una tercera parte de la Isla es karso, formación topográfica producida por un proceso en el que el agua disuelve un lecho rocoso mediante reacciones químicas.

“El karso es agua y el agua es vida”, asegura cuando se le pregunta por qué hay que proteger esta estructura geológica. El espeólogo argumenta que en la Isla se vive de espaldas al planeta y que los líderes políticos no buscan el bien común.

Su amor por la tierra proviene de sus años de niño en Moca, donde no había muchas comodidades, pero sí un enorme campo para explorar y libros para hacer volar su imaginación. “Yo venía de Nueva York y llegué al campo, donde no había nada. Pero no me hizo falta. Fue fascinante correr por el bosque”.

En su lucha por cambiar la cosas, comenzó a adquirir terrenos en Arecibo para crear El Tallonal, un pequeño edén ubicado en el barrio Dominguito, del que dice que es su custodio. No le gusta la palabra “dueño”, porque para él tiene una connotación negativa.

En esas casi 400 cuerdas que fue comprando para la conservación, grupos de estudiantes llegan a realizar observaciones ambientales y oficinas como el U.S. Fish and Wildlife Service y el Natural Resources Conservation Service, entre otras entidades, mantienen estudios allí.

Pero de todas las cosas que se efectúan en su suelo, lo que más le llena de plenitud es el proyecto para reintroducir a la Isla el sapo concho del norte, el único nativo de Puerto Rico que se encuentra en peligro de extinción.

Sobre este evento recuerda en especial que el 4 de mayo a las 8:00 p.m., escuchó por primera vez el croar de un sapo concho. “Hubo unas lluvias intensas. Recuerdo que había muchos insectos, luciérnagas y de momento se escuchó el canto de los sapos. Fue mágico”, sostiene con una expresión como si lo estuviera viendo.

Su sentido de solidaridad con todo lo que está vivo, también lo llevó a adoptar a sus tres hermanas al fallecer su madre, Ana María. Con un poco de tristeza cuenta que su padre, con quien no tienen relación, era un hombre maltratante. “Si hubiera existido la Ley 54, a él se la hubieran aplicado”. De hecho, tiene entendido que su caso fue el primero en Puerto Rico donde un hijo le quita las hijas a un padre, aunque este dato no lo llena de orgullo.

Explica que cuando se casó con su esposa Evelyn le dijo que si su mamá moría, él se haría cargo de ellas. Este fue un periodo difícil, pues de ser una familia de sólo tres personas, se convirtieron en un familión de seis, que posteriormente, con el nacimiento de su segunda hija, aumentó a siete. “Mi hermana más pequeña le lleva tres meses a mi hija mayor”.

Las dificultades económicas lo llevaron a abandonar sus estudios doctorales en economía política y ponerse a trabajar en lo que apareciera. “Fui hasta gerente de una tienda de donas”, recuerda. En ese momento, afortunadamente contó con el apoyo de la familia de su esposa.

En esa época, empezaron a acampar en familia. De ahí comenzó a perfilarse un interés por la exploración de cuevas.

Como explorador de cuevas también ha tenido experiencias espectaculares, como la que vivió en la cueva Lechuguilla en Nuevo México. “Allí sólo se puede entrar a estudiar, hay una cuota limitada de visitantes. Tuvimos que quedarnos tres días bajo tierra. La salida era difícil, había que arrastrarse. Pero al salir, nos encontramos con la luna llena y una brisa agradable. Fue hermoso”, rememora.

A Vale también le preocupa el calentamiento global y las desastrosas consecuencias que esto traerá a la Isla, si no se cambian los paradigmas actuales. Pone como ejemplo que aquí no se produce casi nada de lo que consumimos. “Aquí va a llegar un momento en que no va a haber comida. En otros países el terreno agrícola es importante, aquí no”, apostilla. “El ser humano como especie tiene que vivir en balance con la Naturaleza”, sentencia.

Vale, comerciante de profesión, revela que lo que le hace querer conservar sus terrenos es el deseo de vivir en comunión con la Naturaleza. “Los seres humanos tenemos que entender que lo importante es ser, no tener. Esto (dice señalando a su alrededor) no se da en el vacío. Tenemos que tener una relación con la Naturaleza”, afirma. “La tierra no es nuestra, hay que tener responsabilidad con las futuras generaciones. Si yo desperdicio recursos, a alguien le van a hacer falta”, concluye.

Denuncian daños a dunas de Isabela y Aguadilla

miércoles, 15 de julio de 2009
Sara M. Justicia Doll / Primera Hora

Por años, el litoral costero de Isabela y Aguadilla lució enormes y preciosas dunas de arena. Sin embargo, la extracción de arena y otras actividades humanas sobre las dunas borraron del paisaje la imagen de las lomas que remontan a la mente a algún desierto.

Para evitar la desaparición de las dunas, el biólogo marino Robert Mayer, profesor catedrático asociado de la Universidad de Puerto Rico de Aguadilla, quien dirige el Centro Caribeño para la Reducción de Desperdicios Acuáticos, se propone restaurar las dunas de arena en la zona de Isabela y Aguadilla.

“Estamos hablando del sistema de dunas más significativo en Puerto Rico. Todavía quedan dunas así en Camuy, Hatillo, algunas áreas de Manatí y Loíza. En Isabela y Aguadilla quedan restos de lo que fueron dunas de hasta 100 pies de alto, pero ya no alcanzan esa altura”, señala el profesor.

El área donde Mayer trabaja con estudiantes para restaurar las dunas contempla una franja costera de 1.5 kilómetros de un total de 5, donde todavía hay dunas. Al día de hoy, quizás, la duna más alta tenga 40 pies sobre el nivel del mar.

Pero, ¿qué es una duna y cuál es su función?
Una duna es una acumulación de arena como resultado de la acción del viento que ocurre en la costa y también en el desierto, en la orilla de cuerpos de agua, como lagos en algunos países. Comienzan en el área seca; en rara ocasión la marea llega allí, a menos que haya una tormenta. Ahí es donde uno ve la función de la duna, que puede contener al mar en un evento mayor atmosférico evitando que entre tierra adentro.

“Primero que todo, la duna equivale a la protección de la costa de marejadas fuertes y también es un hábitat importante para muchas especies”, explica Mayer. Algunos pájaros ponen sus nidos en el área de la duna y también los careyes.

“En estos momentos, tristemente, el peor enemigo de la duna es el ser humano”, agrega insatisfecho Mayer. Y es que para restaurar la duna el Centro ubica unas planchas de madera que atrapan la arena del viento y ayudan a la permanencia de la duna.

Sin embargo, ante la ausencia de un deslinde de la zona marítimo-terrestre, por parte del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), es muy difícil delimitar hasta dónde llega el área pública y dónde comienza la privada. Esta ambigüedad que se repite a lo largo y ancho de la Isla provoca que terratenientes vandalicen las planchas y los esfuerzos de restauración por entender que invaden su propiedad sin importarles que esto es una protección a sus fincas y propiedades, explicó Mayer.

Además, con intención, sin intención o por desconocimiento, algunas personas meten sus carros en la zona y destruyen las dunas.